viernes, 18 de julio de 2008

EL MILAGRO DE LA ROSA


Como todos los así llamados el chico estaba echado de espaldas con las rodilla en alto jadeando a última hora de la tarde calles desiertas leve presión del esperma olor rectal a flores dos cuerpor desnudos bañados en el rosa humeante del sol poniente lecho fantasma del decorado de una película antigua abandonado desde entonces a los hierbajos y las enredaderas.
Sus ojos se anudaron y ambos respiraban juntos. Veía latir el corazón de Farja la carne oscura y el corazón de Alí con el suyo. Ambos falos tiesos con los tamborileos de la sangre y latiendo erectos. En la punta de cada falo había aparecido una perla de lubricante.
Farja suspiró hondamente y se balanceó hacia atrás, cogiéndose las rodillas. Gases nitrosos sugieron desde la rosa carnal anal formando remolinos naranja y sepia. Llenaba el aire un olor rancio que hacía latir la sangre y retumbar mis oidos. Los gases color sepia se desvanecieron y el ano de Farja era una rosa de carne temblorosa y jadeante.
Con un rápido movimiento Alí se acercó al lecho y se arrodilló frente a la rosa respirando hondamente con los labios hinchados de sangre.







La rosa empujó los riñones hacia delante y aspiró su falo. Gases rojos envolvían ambos cuerpos. Un chillido de rosas estalló desde unos labios tumefactos rosas creciendo en la carne desgarrando espinas de deleite entrelzados sus cuerpos temblorosos aplastados juntos retarciéndose jadeando atragantados con una agonía de rosas y un intenso hedor a esperma.

Página 74 de "Los chicos salvajes. El libro de los muertos" de William S. Burroughs.
Ed. El Aleph.










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