lunes, 15 de septiembre de 2008

¿A QUÉ TEMEN LOS GAYS?

La soledad, la interminable búsqueda del hombre “ideal”; mentiras e infidelidades disfrazadas de dulzura; desconfianza e historias de múltiples encuentros y hasta desencuentros. Sentimentalmente ¿a qué le temen los gays? Cuánto miedo puede haber después de tantos golpes en el alma, de estar en segundo plano por tanto tiempo, de estar con las personas equivocadas, de ser vistos sólo como cuerpos efímeros o compañías simples.
Cuánto miedo podemos sentir y qué podemos hacer con él. Qué hacemos ante una mirada que te estremece el alma y te da miedo la desconfianza propia y la del otro.
Tengo miedo porque muchas veces me han visto el cuerpo y no me han explorado el alma, mi forma de pensar fue pasada por alto tantas ocasiones que me redujeron a una absurda pregunta: ¿qué eres: activo a pasivo? Historias de dolor que aunque se neutralicen los recuerdos, asusta demasiado por tanta incertidumbre.
Hombres que juran una fidelidad inexistente, un amor intenso y maduro que se acaba con el primer cuerpo que se ofrece y se antoja. Una vez sólo fui el amante que debía esconderse, abrazarse en lugares lejanos o cerrados y decir palabras a susurros que sólo eran mentiras. Alguna otra vez me celaron tanto que terminé enfermo de duda y de desconfianza, otras se enamoraron de mi y yo no pude por más que intenté.
Fui compañía de soledades, levanté miradas de deseo, besé sin amor y me sentí vacío; desperté con alguien y sólo se levantó y se fue, estuvieron conmigo y fui el trofeo que se mostraba pero con el jamás se podía comprometer por miedo a perderse, estuve con quien no supo definir su sexualidad y mucho menos lo que tenía conmigo y fui violentado con silencio.
Palabras y palabras he escuchado y he construido castillos que terminan derrumbados, futuros que jamás se cumplen, lágrimas contenidas y a veces tiradas a mares, sentimientos que nacieron para morir rápidamente.
Pasé por momentos que dudé del amor, me marchité en vida, dejé de soñar en encontrar ese hombre que despertara conmigo cada mañana, que viajara conmigo, que me hiciera soñar, que no temiera abrazarme, ni decirme jamás lo que siente, que sea equitativo, que crea en mi, que me diga te amo y mi interior se estremezca y hasta hoy he pensado que mi forma de amar y sentir no es para este momento, que lo que espero no existe... lloré tanto que me sequé y hasta dejé de hacerlo.
Quise cambiar tantas veces, arrancarme al corazón para dejar de sentir; quise ser frío, quise no volverme a ilusionar y de repente llegas con tus llamadas que transmiten una voz segura y firme, una mirada tierna con ciertas murallas, y sueños que me aterran porque inevitablemente sé que podría visualizarlos contigo y que no sé si se lleguen a construir.
Temo, temo tanto a tu desconfianza, a tus historias de desencuentros, a tus papeles de segunda, a tus vidas entrelazadas. Sólo te pido que no mientas... porque no me voy a detener, no soy víctima de la vida.
Y recuerdo un poema de la gran escritora mexicana Cristina Rivera Garza en su excelsa novela Nadie me verá llorar:
Pero la historia de amor no empieza ahí.
Tuvieron que pasar días de sol y noches sin luna.
El azoro y la desconfianza tuvieron que pasar.
La lluvia.
Las ganas de salir corriendo.
El futuro. El pasado. Y lo que está justo en medio de ellos.
Para llegar al abrazo tuvieron que pasar ellos mismos.
¿Quieres vivirlo? ¿Quieres construir una historia sin tiempo?
Luis Miguel Tapia Bernal



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